ORATORIA & MIEDO ESCÉNICO
Una de las fobias que más confiesan padecer las personas, es el miedo a hablar en público. Pero, ¿qué se esconde realmente tras esta aversión conocida popularmente como miedo escénico?
El miedo, en general, es un instinto, una emoción inteligente, pues permite percibir el peligro anticipadamente y así dar tiempo a la razón a actuar convenientemente. De modo que es mejor no tenerle miedo a al miedo y verlo como un aliado.
Si es de esas personas que se siente incómoda al hablar ante una auditorio, dejando a parte los casos extremos de pánico, lo más probable es que intuya que aún le faltan dos elementos indispensables para cumplir con las expectativas que ha generado sobre lo que supone un acto público: en primer lugar, tener los conocimientos suficientes sobre el tema del va a hablar y, en segundo lugar, tener la competencia necesaria para expresarse públicamente.
Visto desde esta perspectiva, negarse a salir a hablar en público sin tener idea de lo que va a decir, ni cómo expresarlo, podría traducirse más bien como una señal de racionalidad y alto sentido de la prudencia.
Así las cosas, si percibe que es esto lo que le sucede, no se auto recrimine ni se fustigue cuando sienta miedo antes o durante una actuación pública, les será mucho más productivo ponerse manos a la obra y hacerse con las herramientas necesarias para hacerlo prudentemente.
Hágase también algunas preguntas previas: ¿tengo conocimientos suficiente sobre el tema del que voy a hablar? ¿qué autoridad tengo yo para hablar de esto?, que es como decir, ¿desde dónde expongo mis argumentos?, ¿desde mi experiencia, desde mis investigaciones…? ¿Tengo algo propio que aportar a lo ya dicho?
Y ahora, le propongo siete herramientas que pueden ayudarle a hablar en público con competencia:
Primera herramienta. Saber qué queremos decir, a quién, para qué, por qué, qué rol jugamos en la comunicación, desde dónde hablamos, en qué lugar se celebrará el evento, permite dotar de sentido al acto de hablar ante una audiencia; lo cual nos otorga una autoconfianza mayor, que si no encontramos una justificación para hacerlo.
Estudie, investigue sobre el asunto del que va a hablar y elabore un esquema o borrador con una estructura que incluya una apertura o introducción, argumentos y contrargumentos con datos objetivos, que sirvan para crear una perspectiva lo más completa posible, y un cierre emotivo, trascendente, que muestre que lo que cuenta está creado especialmente por usted para el disfrute de su audiencia –con todo lo que esto significa–.
Redacte su mensaje con competencia. Esto es: de forma Clara, Concisa y Correcta (Las tres C que fundamentan la comunicación).
Segunda herramienta: la respiración
Aprender técnicas de respiración específicas para hablar en público, resulta esencial para auto relajarse, para encontrar el ritmo adecuado al hablar, para poner énfasis o intención en una palabra o idea, para dar tiempo al pensamiento a encontrar la frase precisa sin atropellarse, para llenar de contenido las pausas y los silencios, entre otras muchas cosas. Por supuesto, hay que saber cuándo conviene tomar el aire, cómo dosificarlo y cuando soltarlo, de modo que no nos quedemos sin él de forma imprevista y en un momento de la frase que la haga sonar artificial, por lo que conviene trabajar esta la técnica adecuadamente.
Tercera herramienta: la voz
El poder de la voz es inmenso, usándola en sintonía con el pensamiento se puede argumentar con éxito, animar a la acción, calmar al auditorio en situaciones de estrés, entre otras muchas cosas. Tener una voz entrenada permite descubrir múltiples registros y tonalidades, que pueden resultar de gran utilidad para expresar con mayor precisión lo que se quiere decir.
Cuarta herramienta: la comunicación no verbal
Este aspecto de la comunicación requiere un trabajo mucho más profundo que los demás por su complejidad conceptual; hay muchos equívocos sobre la expresión corporal en nuestros días, dada la existencia de ciertos tópicos relacionados con una libertad mal entendida que lleva a incontinencias excesivas. No olvidemos que la libertad es enemiga de la imposición, incluso de la imposición a la libertad.
Acordemos que el cuerpo sabe de forma intuitiva como tiene que moverse. Si existen bloqueos corporales es mejor liberarlos desde el pensamiento. Pero no conviene liberar el cuerpo al extremo de que adopte un estado tan relajado que se confunda con la pereza, desmotivación o falta de energía.
Mover el cuerpo al ritmo de la música puede ayudar a liberar bloqueos corporales de forma natural; pero atención, no se trata de aprender un sinfín de pasos de baile fuera de tiempo para lucirse, sino de bailar realmente en sintonía profunda con la música. Tal y como se ha de acomodar el cuerpo al sonido de las palabras.
Quinta herramienta: la confianza y la credibilidad
Ambas cuestiones van unidas: la confianza depende en gran medida de la honestidad de nuestro discurso, del trabajo, del tiempo, de la dedicación y del entusiasmo que pongamos en él. No hay mayor sentimiento de confianza ante el público, que saber que nos avala un trabajo previo y genuino.
Sexta herramienta: la elocuencia
Esta una herramienta muy popular, la cuestión es que sólo funciona cuando se han trabajado a conciencia todas las demás, de no ser así, la elocuencia puede convertirse en nuestra peor enemiga. Ahora sí les pido que tengan miedo y huyan de fórmulas estándar, porque la elocuencia en el discurso ha de estar en armonía con la propia persona, pretender aparentar lo que no se es, convencer de lo que no se está convencido, no jugará nunca a nuestro favor. Cada cual tiene un estilo, unos gestos y maneras de expresarse que le convienen, y que convienen a cada ocasión.
Se puede trabajar la elocuencia con metodologías de interpretación actoral, siempre que estas estén dirigidas por profesionales de la escena de largo recorrido y con una experiencia pedagógica probada; una persona meramente aficionada puede conducirle hacia la pantomima, que es enemiga de la interpretación creíble.
Tú eres el mensajero, el mensaje es lo que importa: la séptima herramienta
Deberíamos tomar sana conciencia de esta máxima antes de dirigirnos a un auditorio. Es importante crear una relación cordial con las personas que han a venido a escucharnos. Si antes de una intervención vemos al público como una amenaza, convendría preguntarnos:
¿Para qué me presento ante este auditorio?: para exponer a mi persona, para que mi persona sea juzgada, aprobada, alabada. O por el contrario: para defender a un ciudadano o ciudadana, para mediar en un conflicto, para informar de un acontecimiento relevante, para presentar un proyecto o una evaluación de resultados en mi empresa, para comunicar a mis colegas que existe un nuevo y eficaz procedimiento de cirugía biliar, para interpretar una pieza musical para un público ávido de emociones…
Cuando nos dirigimos al público confiando en el interés que causará nuestro discurso, en la destreza que hemos desarrollado para interpretarlo, en el sonido consciente de nuestra propia voz, en la elegancia y naturalidad de nuestros movimientos, en nuestra relación cordial con el público. Es muy probable que en lugar de miedo sintamos un ferviente deseo de expresar aquello que queremos expresar.
He de decir, que si piensa que con la mera lectura de estas herramientas superará el miedo escénico, le anticipo que eso no sucederá; se trata de una simple enumeración teórica, un punto de partida para animarle a escoger un camino de aprendizaje, en lugar de recurrir a sedantes y otros paliativos que, además de minar su autoestima, reducirán sus reflejos, en extremo necesarios si quiere actuar convenientemente.
Aquí he presentado meramente una guía, les corresponde ahora a ustedes, practicar, equivocarse; practicar, acertar; practicar, equivocarse; practicar, acertar… Y así, sucesivamente.
Susana Santolaria