ORATORIA & PEREZA
¿Qué relación tiene la oratoria con la pereza? Dicen que la pereza es la madre de todos los vicios. También es la madre de una oratoria deficiente. Porque una de las claves de la buena oratoria es tener algo que decir; hasta el más pésimo conferenciante, la más aburrida de las oradoras resulta interesante si lo que cuenta tiene interés para el auditorio.
Pero ocurre que tener algo que decir, supone un esfuerzo de pensamiento y la dedicación de una parte de nuestro tiempo para investigar, contrastar y crear un contenido. Esto es lo que disuade a algunas personas a hablar en público, aunque lo disfracen de otros motivos.
Para reconocerse en el vicio de la pereza, basta preguntarse: ¿cuáles son sus aspiraciones?, ¿cuánto está dispuesto o dispuesta a trabajar para verlas materializadas?, ¿cuáles son sus verdaderas limitaciones?, ¿cuáles son sus verdaderas potencialidades? En definitiva, ¿a qué le tiene miedo, al público o al trabajo?
Aquellas personas que deseen iniciarse o mejorar su oratoria han de tener presente esta sencilla máxima: «una buena parte del éxito de su actuación pública dependerá de usted». En la oratoria, como en cualquier trabajo bien hecho, la calidad del esfuerzo y la dedicación es fundamental. Y de nada sirve disponer de una buena preparación teórica si no va unida a la práctica, y esta, a la experiencia vivencial, es decir, a aprender mediante la dinámica del ensayo/error propios.
Por supuesto, que contar con una persona experta en la materia facilita el aprendizaje de la oratoria, evita dar muchos pasos en falso y afina el resultado. Pero esto no le eximirá a usted de trabajar sobre aquello que quiere comunicar.
En mi preparación de oradores y oradoras, considero importante este punto: el trabajo del contenido del discurso. Y aunque comunicar mensajes creados por otras personas puede ser inspirador, conviene cuanto antes animarse a elaborar discursos propios o hacer propios los de la empresa, organización, partido o institución a la que ustedes pertenezcan o representen.
Antes de ponerse a trabajar, conviene asumir que el proceso de creación de un contenido, por pequeño que sea –una frase, lema o largo discurso–, atraviesa varias fases desde que la idea se muestra en el pensamiento hasta que se comunica. Y esto es así para todo el mundo, sean personas expertas en crear contenidos o no.
Por ello, no se conformen con lo primero que les viene a la cabeza. Esto debe ser sólo su punto de partida. Después, tendrán que dar forma al mensaje en función del contexto, de la audiencia… Y sobre todo, revisarlo, afinar al máximo, comprobar que era eso lo que querían comunicar, para no exponer ante su audiencia algo que se parezca más a un primer borrador que a un mensaje completo. Esto último puede ser un indicador más del vicio de la pereza.
Susana Santolaria