Oratoria & Miedo escénico

¿Qué se esconde tras el miedo escénico?

El miedo, en general, es un instinto inteligente, ya que permite percibir el peligro anticipadamente y dar tiempo a los sentidos a actuar convenientemente. De modo que no conviene tenerle miedo al miedo, es mejor verlo como un aliado.

Dejando a parte casos extremos de pánico, si siente miedo ante una actuación pública, lo más probable es que intuya que le faltan las herramientas indispensables para cumplir con las expectativas que ha generado sobre lo que supone un acto público. Esto es, saber de lo que va a hablar y saber cómo expresarlo con precisión.
Visto desde esta perspectiva, negarse a salir ante el público sin tener idea de lo que se va a decir ni cómo, podría traducirse más bien como un signo de responsabilidad y sentido de la dignidad.

Si percibe que es esto lo que le sucede, no se auto recrimine y se fustigue cuando sienta miedo antes o durante una actuación pública, les será mucho más productivo ponerse manos a la obra: estudie bien lo que va a decir y prepárese para hacerlo convenientemente, y hágase con algunas herramientas básicas. He de decir que si piensa que con la mera lectura de la definición que hago aquí de ellas superará el miedo escénico, le anticipo que eso no sucederá; se trata de una simple enumeración, un punto de partida para animarle a escoger el camino del aprendizaje, en lugar de recurrir a sedantes y otros paliativos que, además de minar su autoestima, reducirán sus reflejos, en extremo necesarios si quiere actuar convenientemente.

Primera herramienta: el mensaje
Saber qué rol jugamos en la comunicación, qué queremos decir, a quién y para qué, nos permite hablar con mayor autoconfianza.

Segunda herramienta: la respiración
Aprender las técnicas adecuadas de respiración resulta esencial para auto relajarse, para encontrar el ritmo adecuado al hablar, para poner énfasis o intención en una palabra o idea, para dar tiempo al pensamiento a encontrar la frase precisa sin atropellarse, para llenar de contenido las pausas y los silencios, entre otras muchas cosas. Por supuesto, hay que saber cuándo conviene tomar el aire, cómo dosificarlo y cuando soltarlo, de modo que no nos quedemos sin él de forma imprevista, lo cual provocaría una expresión artificial, es decir, conviene trabajar con la técnica apropiada.

Tercera herramienta: la voz

El poder de la voz es inmenso, usándola en sintonía con el pensamiento se puede argumentar con éxito, animar a la acción y calmar al auditorio en situaciones de estrés, entre otras muchas cosas. Tener una voz bien entrenada permite descubrir múltiples registros y tonalidades que pueden ser de gran utilidad para expresar con mayor precisión lo que se quiere decir.

Cuarta herramienta: la comunicación no verbal

Este aspecto de la comunicación requiere un trabajo mucho más profundo que los demás por su complejidad conceptual; hay muchos equívocos sobre la expresión corporal en nuestros días, dada la existencia de ciertos tópicos relacionados con una libertad mal entendida que lleva a incontinencias excesivas. No olvidemos que la libertad es enemiga de la imposición, incluso de la imposición a la libertad.

Acordemos que el cuerpo sabe de forma intuitiva como tiene que moverse. Si existen bloqueos corporales es mejor liberarlos desde el pensamiento. Pero no conviene liberar el cuerpo al extremo de que adopte un estado tan relajado que se confunda con la pereza, la desmotivación o la falta de energía.

Mover el cuerpo al ritmo de la música puede ayudar a liberar bloqueos corporales de forma natural; pero atención, no se trata de aprender un sinfín de pasos de baile fuera de tiempo para lucirse, sino de bailar realmente en sintonía profunda con la música. Tal y como se ha de acomodar el cuerpo al sonido de las palabras.

Quinta herramienta: la confianza y la credibilidad

Ambas cuestiones van unidas: la confianza depende en gran medida de la honestidad de nuestro discurso, del trabajo, el tiempo, la dedicación y el entusiasmo que pongamos en él. No hay mayor sentimiento de confianza ante el público que el de saber que nos avala un trabajo previo y genuino.

Sexta herramienta: la elocuencia

Esta una de las herramientas más populares, la cuestión es que sólo funciona cuando se han trabajado a conciencia todas las demás, de no ser así la elocuencia puede convertirse en la peor enemiga. Ahora sí les pido que tengan miedo y huyan de fórmulas estándar, porque la elocuencia en el discurso ha de estar en armonía con la propia persona, pretender aparentar lo que no se es, convencer de lo que no se está convencido, no jugará nunca a nuestro favor. Cada cual tiene un estilo, unos gestos y maneras de expresarse que le convienen, y que convienen a cada ocasión.

Se puede trabajar la elocuencia con metodologías de interpretación actoral, siempre que estas estén dirigidas por profesionales de la escena de largo recorrido y con una experiencia pedagógica probada.

Tú eres el mensajero, el mensaje es lo que importa: la septima herramienta
Deberíamos tomar sana conciencia de esta máxima antes de dirigirnos a un auditorio. Es importante crear una relación cordial con quien a venido a escucharnos. Si antes de una intervención vemos al público como una amenaza, convendría preguntarnos:
¿Para qué me presento ante este auditorio? ¿Para exponer a mi persona? ¿Para que mi persona sea juzgada, aprobada, alabada? O por el contrario: para  para defender a un ciudadano o ciudadana, para mediar en un conflicto, para informar de un acontecimiento relevante, para presentar un proyecto o una evaluación de resultados en mi empresa, para comunicar a mis colegas que existe un nuevo y eficaz procedimiento de cirugía biliar, para interpretar una pieza musical para un público ávido de emociones…

Cuando nos dirigimos al público confiando en el interés que causará nuestro discurso, en la destreza que hemos desarrollado para interpretarlo, en el sonido consciente de nuestra propia voz, en la elegancia y naturalidad de nuestros movimientos, en nuestra relación cordial con el público. Es muy probable que en lugar de miedo sintamos un ferviente deseo de expresar aquello que queremos expresar.

Susana Santolaria de Castro