ORATORIA & ENSEÑANZA DE IDIOMAS

La enseñanza de una lengua no materna necesita una nueva reflexión. El lenguaje meramente pragmático domina el pensamiento del aprendiz y se ha convertido en el rey de la clase, dando la espalda a la cultura en la que se creó. Es decir, faltan textos creativos y sobran frases huecas y leyes gramaticales fuera de su contexto. No se canta, ni se declama, ni se estudia el arte de hablar fraguado en la historia y el pensamiento de la lengua nueva que se quiere aprender. La información rala no forma, para hacerse con una lengua no materna desde su base, hace falta algo más.

Cuando se enseña un idioma extranjero, a veces se confunde el nivel para expresarse en una segunda lengua con la capacidad intelectual y el conocimiento del mundo que uno tiene en su propia lengua. De modo que, si a una persona que goza de una riqueza expresiva en su lengua materna se le enseñan frases estandarizadas alejadas de un valor expresivo más culto y personal, parecerá menos inteligente de lo que es realmente cuando se expresa en otro idioma.

Desde mi experiencia, como profesora de oratoria y de español como lengua extranjera, la persona que está en el proceso de aprendizaje de una lengua, independientemente del nivel de aprendizaje en el que se encuentre, necesita utilizar un lenguaje creativo en la lengua nueva, en lugar de utilizar frases estandarizadas, si no quiere parecer como decíamos menos inteligente de lo que es.

Para ello, conviene animar a los y las aprendices a que hablen siempre atendiendo al deseo de decir algo, en lugar de hablar por hablar. Porque la necesidad ayuda a expresarse de forma más fluida, natural y convincente.

La improvisación teatral, un recurso para el aula ELE

A la hora de desarrollar la habilidad de hablar de forma fluida y natural en una clase de idiomas, un recurso muy útil es la improvisación teatral y trabajar con textos que tengan ritmo, tales como: canciones, poemas, discursos célebres, escenas teatrales o del cine… Y es que, las estructuras gramaticales creativas se retienen con facilidad en la memoria y ayudan a crear en nuestro diccionario particular extranjero, palabras y expresiones recurrentes, que podemos adaptar a numerosas situaciones cotidianas.

Pensemos en las gentes de los tiempos de la tradición oral, quienes podían retener en la memoria fácilmente cualquier relato porque se transmitía usando un lenguaje poético y musical. Así, los pueblos anteriores al nacimiento de la escritura fueron capaces de contar su historia de una generación a otra durante siglos.

En el País Vasco, donde se habla una de las lenguas más antiguas del mundo, se conserva todavía la costumbre de improvisar versos cantados al estilo de la tradición oral. A las personas que practican este hábito se les conoce como versolaris. Suelen actuar en una plaza pública con motivo de algún acontecimiento festivo, y el vecindario acude allí para escucharlos.
Sucede de la siguiente manera: una persona establece el tema y el versolari comienza un desafío verbal, siguiendo unas pautas de rima y métrica concretas. El primer recitador empieza a hablar sobre el tema acordado y el segundo tiene que tomar el relevo a partir de la última frase, y contestarle provocando, a su vez, que el otro hable; y así sucesivamente.

En Latinoamérica, este juego dialéctico improvisado es conocido como contrapunto o controversia, y lo han usado tradicionalmente los payadores. El Martín Fierro, de José Hernández, es un ejemplo de controversia. Esta novela en verso, como la calificó Borges, pertenece al género de poesía gauchesca y retrata las tragedias de un hombre sencillo que se rebela contra la injusticia.

No es extraño que la oratoria, conocida como el arte de hablar bien, se apoye en elementos que aúnan tanto el lenguaje pragmático como el retórico. Así, si hablar bien tiene que ver con el arte de decir, llevemos pues al aula de idiomas el rico acervo que atesora una lengua. Y declamemos, actuemos, escribamos poemas y cantemos más en el nuevo idioma que queremos aprender. Pues de otro modo, nunca conoceremos verdaderamente la lengua de Shakespeare, o de Cervantes, o de Molière, o de Dante o de Confucio.

Susana Santolaria