Oratoria & Docencia
Desarrollar la oratoria mejora la destreza docente.
Puesto que la palabra es el vehículo que utilizamos para transmitir el pensamiento, conocer las infinitas formas de expresarlo y de conducirlo hasta que llegue a nuestros interlocutores se convierte en un arte, un arte que se puede aprender.
Empecemos por el principio: el contenido. Lo que decimos es la base del éxito de una buena comunicación. Hay que crear discursos atractivos, porque vivimos saturados de información. Al pensar en la materia que vamos a enseñar, conviene idear un modo de hacerla atractiva; es preciso echar mano de la creatividad, aventurarse, innovar. Para ello, lo mejor es poner el foco en el auditorio al que va dirigida la clase. A cada perfil le conviene una manera, un estilo, unas estrategias de convicción, una invitación a escuchar.
Pero no se puede dejar todo el trabajo a las palabras, ellas por sí solas no penetran en el oído, ni en el pensamiento, ni mucho menos en el alma de quien escucha; necesitan ser expresadas con pericia. Si hay algo que puede hacer brillar con fuerza el contenido, se trata de la voz. Afinar el timbre, la entonación, la proyección de la voz, ayuda enormemente a que las palabras resulten más o menos interesantes. Una buena práctica para trabajar este aspecto es la lectura en alta voz, interpretando lo que se lee.
Sobre el ritmo, conviene advertir que la persona que emite una información procesa más rápido que la que escucha, por lo que hay que ajustar el ritmo del docente al ritmo del más lento de sus oyentes. No se trata de velocidad, es decir, de ir más o menos rápido, o más o menos lento, eso depende del carácter de cada persona, se trata de ser dinámicos, de hablar sin aburrir, sin invadir, sin imponer. Es la pausa, el tiempo que nos tomamos entre idea e idea, la que marca el dinamismo del habla.
Un elemento fundamental en la comunicación y que pocas veces se trabaja con la suficiente profundidad es la comunicación no verbal. ¡Huyamos de los clichés sobre lo que se supone que significan nuestros gestos, posiciones y movimientos! El cuerpo obedece fielmente a nuestras intenciones más profundas, entonces, ¡trabajemos para mantener una actitud genuina! Porque el auditorio pierde la atención inmediatamente ante lo falso, ante lo pretencioso. Al público le gusta el discurso verdadero, el que se dirige a él con honestidad y le habla directamente a la cara.
Y, por último, es extendido el concepto de que poseer habilidades de oratoria implica el dominio del habla; menos popular es el hecho de que hablar bien implica también escuchar bien, porque la comunicación es siempre de ida y vuelta. De modo que, debemos escuchar mientras hablamos, de manera que seamos capaces de acomodar nuestro discurso, de improvisar, de cambiar de registro, de tono, de encontrar las palabras precisas para que la intercomunicación fluya en armonía. Es importante afinar el oído, la vista, observar para percibir las reacciones de las personas a las que nos dirigimos. Comunicar es pues, como hemos visto, un trabajo de equipo que pone a prueba todos nuestros sentidos.
Susana Santolaria de Castro
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